Aveces ocurre que, los lugares que visitamos nos transportan a otras épocas, y no solo lo hace sentir la duda de si es real o es ficticio ese momento. Me gusta aquello, de imaginar, que una atmósfera que determinada puede condicionar nuestro estado de ánimo, puede también influir en nuestra ensoñación e incluso determinar una explicación a cómo actuamos.
Las Hurdes son de esos lugares que no es que sean mágicos, sino que podrían serlo, o tal vez nos invadan de esa sensación de sentir que un lugar puede cambiar la percepción de existencia del ser ser humano.
Hoy me dio por la filosofía, tal vez influido por la atmósfera de una iglesia lejana en el tiempo y la memoria, un lugar lejano a los hombres, en un entorno inhóspito y lleno de vida por los cuatro costados.
Es nuestra Asturias profunda, nuestra estepa inhóspita , nuestra gran Extremadura.
Me duele su soledad y me llena de alegría su furia salvaje. Mi pensamiento recorre por momentos los años de lucha por sobrevivir y siento la esperanza de tantos hombres y mujeres por conservar un trozo de nuestra historia, un pedazo de nuestra dignidad. Amo este lugar, a pesar de los pesares.
