Tenemos siglos de historia, Extremadura siempre presente en los muchos acontecimientos más importantes de la historia, nuestros hombres y mujeres se colaron en muchas de las biografías de los pueblos del mundo, y para bien o para mal estos hombres y mujeres cambiaron la historia de esos pueblos. Sin embargo siempre estamos comenzando de nuevo, nuestro tronco está curtido en mil batallas de todos los colores, tanto políticas como culturales. Fruto de ese esfuerzo crecimos, pero también fuimos masacrados, denostados y como ahora casi olvidados. Nuestros pueblos se despuebl an por falta de futuro, 30000 en la última década, sin embargo no nos escuchan y yo diría que somos hasta molestos.
Pero tampoco nos conocen, y eso nos da ventaja, somos un tronco de olivo sin ramas. Un tronco casi imposible de derribar, el viento jamás tumbó un olivo con raíces milenarias. El olivo es posiblemente el árbol más fuerte de la tierra, sus raíces llegan a lo más profundo de ella, por eso nuestro arraigo a lo nuestro es inquebrantable.
El fruto de ese arraigo es agrio en esencia, pero se transforma en oro con las manos del esfuerzo, y gracias a esa lucha con rabia volvemos a comenzar de nuevo, y siempre lo hacemos sin miedo, tal vez con dudas, pero siempre mirando hacia adelante.
Como al viejo tronco, que nunca se seca nos salen “ “Potreras” que son nuevos hijos, nuevas ilusiones y nuevas fuerzas.
Así, que vuelvo a afirmar que no saben de lo que somos capaces, y eso que a lo largo de historia lo hemos demostrado al mundo. Ojalá algún día nos llegue la recompensa que nos merecemos, no pedimos nada más que lo que nos pertenece, que no es otra cosa que no pisoteen más nuestra dignidad y que no sientan pena de nuestra tierra.
Cuando un extremeño grita lo hace por dolor, nunca lo hace por dar pena.
Cuando un tronco de olivo llora hijos en sus pies, es por que su sangre le hierve dentro, como si fuera las mismas entrañas de la tierra.
